Sentirse diminuto en esta ciudad es fácil, no porque sea enorme o porque
seamos millones que de a poco nos amontonamos en una 40R por las
mañanas. Lo digo porque aquí nos provocamos miedo, los mounstros que
pensamos ver se agrandan y las personas se minimizan.
Te sientes pequeño cuando tus amigos dicen que llegas a una ciudad de la
que ellos quieren huir (al menos una vez por año), Te sientes diminuto cuando dicen que tus
vecinos viven resignados. Te sientes insignificante
cuando por la noche ves que aquí el cielo es naranja y parece una bestia que
duerme con un ojo abierto, sí, quizá eso es esta ciudad.
El otro día le borré la sonrisa de la cara a un amigo cuando le pregunté cómo estaba. Incómodo respondió: "Pues aquí... administrando la crisis" Esa tarde también me sentí minúsculo, supongo que él también.
Esta ciudad y la crisis parecen enormes, nosotros no.
El otro día le borré la sonrisa de la cara a un amigo cuando le pregunté cómo estaba. Incómodo respondió: "Pues aquí... administrando la crisis" Esa tarde también me sentí minúsculo, supongo que él también.
Esta ciudad y la crisis parecen enormes, nosotros no.
Así, terminó mi primer semana como capitalino y esta sensación me hizo recordar una serie de fotografías que hace algún tiempo tengo
guardada. Compuesta por figuras hechas de plastilina , estas imágenes
cuentan historias de pequeños humanos que, como yo, saben lo minúsculos
que son en realidad, entienden que son moldeables y aplastables, pero somos distintos porque algunos de ellos parecen disfrutarlo.
Algún día seremos luz (L. M. S)
Colgado
Caminito que el tiempo ha borrado
Cantando bajo la lluvia
Nacer de nuevo no... otra vez no
Y cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí
Pedro el Rey